Escuela de Prevención José Bleger -RIMINI. El Punto Médico Avanzado en el terremoto (Lorenzo Marvelli)

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10 de Abril de 2009

El Punto Médico Avanzado (PMA), en la plaza de armas en L’Aquila posee unas treinta camas para internación de urgencia, tiene una sola posta de urgencia y al lado, una farmacia. Hay luz de neón, a diferencia de las carpas en el campo, pero no hay ninguna calefacción. El hielo de la noche dará forma a este recuerdo. Evocaré este terremoto con un escalofrío helado. Siempre.

Recién he concluido el turno de noche con algunos de mis colegas del 118 de Pescara y tres enfermeros de Teramano. Pasada la primera fase de emergencia, el PMA acoge en la actualidad a pacientes afectados de patologías que por lo general no constituyen peligro inminente para la vida.

En los días sucesivos al temblor del 6 de Abril, transitaron por el PMA personas afectadas sobre todo de traumatismos variados. Fueron internados aquí, donde recibieron las primeras curas. Los más graves fueron transferidos a los hospitales de la región.

Esta noche se dirigieron a nosotros más bien pacientes presa de pánico. En este campo el miedo es común a todos: hay quien tiembla de miedo, quien llora de miedo, quien se ríe de miedo, quien se muestra indiferente de miedo. Es siempre el miedo el que actúa en los comportamientos, y también en los pensamientos.

Las sacudidas no cesan nunca: constituyen el enjambre sísmico que en general sigue a temblores mayores. Esta noche a las 3 en punto hubo un temblor de 5.1. El miedo, el típico miedo tomó la forma de pánico; escuché alaridos, lamentos, también expresiones cómicas tendientes a desdramatizar. Pero no sabría definir una manifestación por sobre otras. El miedo también tiene esta característica: la monotonía de las formas. Todas las personas asustadas te miran a los ojos como para pedir ayuda. También los provocadores que están asustados, piden ayuda.

Bravucones pero presas de pánico, querrían hacerte creer que son héroes, en cambio no son otra cosa que cobardes. El miedo nos vuelve a todos cobardes.

Creo que en el futuro próximo habrá que hacer mucho para contener el miedo disruptor. Las benzodiacepinas no podrán ser la solución al problema. Pueden ser un tapón, una contención momentánea, pero tendrán que inventar otra cosa puesto que ya no bastará con reconstruir casas. Ayer en la tarde conocí a médicos-payasos que trabajan con el miedo. Hacen bromas sobre él, lo acarician y lo desarman. Lo intentan. Los niños parecen divertirse. Los adultos y ancianos también. El teatro, la comicidad, pueden a futuro, ser alternativas posibles de las benzodiacepinas.

Pero hay otra cosa. Hay tóxico-dependientes en tratamiento que piden metadona. Hay ancianos afectados de Alzheimer que no saben lo que pasa a su alrededor. Hay niños que no van al colegio. Niños expuestos al frío. Niños sin juegos. Alcohólicos crónicos que no tienen donde comprar vino que les de calor y los adormezca de noche. Hay vagabundos que ya no tienen pórticos donde dormir y que no creen poder estar en una carpa oscura y fría. Hay esquizofrénicos que ya no escuchan voces y que no tienen cigarrillos. Hay clandestinos que buscan a clandestinos y que no los encuentran. Hay chacales, verdaderos chacales, falsos chacales. Está el batallón de San Marco que presidía los cúmulos de escombros. Pero, sobre todo está el frío de la noche, que llega con la oscuridad. Quizás sea el miedo el que congela el aire, que llama a la noche y no lo contrario. Cuando oscurece la gente entra en las carpas y llega el silencio.

En el PMA hay afluencia. Tan solo miedos: gente que despierta de noche gritando y con el corazón galopante. Luego una anciana que vomita y tiene la presión alta. Una mujer rumana que tiene dolor de vientre. Una niña que espera una inyección de antibiótico… Es de noche.